24/9/11

El mágico lago



Sí, allí estabamos mi familia y yo, en una nueva ciudad de Alemania, y hasta pasados tres días ninguno sabiamos que el lago que visualizábamos todos los días al volver al hotel se llamaba Schluchsee, nombre que ninguno de nosotros acabamos pronunciando bien. 

Resulta que un día de los seis que estuvimos, unos amigos decidieron bajar al bar alternativo del hotel, del que no importa el nombre, podría haber sido otro cualquiera, pero a nosotros nos tocó aquel, el de al lado del lago de nombre raro. Las copas comenzarona a rular entre nuestras manos como pipas y hubo risas y más risas, y gente nueva que se acercaba.


Ella y él, Marc y Bibi, se vieron, se observaron, apenas cruzaron un par de palabras y él se sentó a su lado. De fondo se escuchaba como una ruleta de la suerte y nos pusimos a jugar a un bingo imaginario, uno sostenía entre sus manos el bombo con los números, escogía uno y lo gritaba en alto. Lo siguiente fue escuchar a cuatro cantando bingo, aquello era imposible, nos divertímos muchísimo. Era tarde, cerca de las 7 a.m. hora de volver a casa si no queríamos morir entre el bosque haciendo senderismo, era la excursión que nos tocaba según había organizado Frederic, el padre de Gina, la prima mayor, 25 años.

Fue un día largo y soleado, durante la tarde, el teléfono de Lysa sonó más de una vez, pero teníamos la música demasiado alta... Estuvimos saltando y bailando aproximadamente una hora, nos duchámos rápido y fuimos a cenar. Después de cenar llamamos a aquel número, resultó ser el del bombo y las bolas imaginarias, con mucho arte nos invitó a un bar que estaba a cinco minutos del hotel, no tuvímos ningún problema, llegamos enseguida, y allí estaba él de nuevo, rubio, sonriente y con una copa de Ballantines en la mano.

Ella, mi prima, Bibi, reluciente con su vestigo blanco y tacones amarillos haciendo juego con la flor de su pelo, se acercó disimulando la verguenza y le preguntó: "¿qué tal mister Marc?", a lo que le respondió: "pues muy bien señorita Bibi, estás tu aquí..." Allí quedó la cosa, ella tembló, agarró a Ben del brazo, su hermano, y se lo llevó a tomar una copa.

-¡Cálmate mujer! me vas a arrancar el brazo.
-Lo siento Ben.
-A ver, dime, ¿qué pasa?
-Nada, que em- se le trababan las palabras- que no sé que me ha hecho Marc que me pone muy nerviosa.
-Mujer, no te preocupes, es la magia.
-Ben, por favor, déjate de tonterías y cursilerías, que ya somos mayorcitos.
-¿A qué tienes miedo?

Ella se limitó a dar dos tragos a su copa, sus únicas palabras fueron que ahora volvía, que iba al baño. Ben suspiró y dijo para sus adentros: "cuando aprenderá esta niña".

Llegó al baño, histérica, era la primera vez que no sabia como reaccionar, actuar, no parecía ella, se sentía como desdoblada hacia otra persona, Marc, deseaba verle de nuevo, y sin embargo, aunque se encontraba a dos pasos de él, no podía.

-Bah, que cobarde soy, parezco una niña, ¿qué me pasa? -se puso la mano en la frente, suspiró y bebió un poco de agua- anda Babi, venga, sal y no pienses más.

Salió, todos estaban en corro y no tuvo más remedio que incorporarse en la conversación. Pronto nos hecharon de allí, era un bar pequeño y entre semana lo cerraban a la una, ya era tarde para las calles tan oscuras de Alemania.

Mientras íbamos hacia el parque, punto medio entre nuestro hotel y el barrio donde vivian, nos iban contando que todos los meses de Agosto, alguna noche se colaban en el lago. Rápido, mi prima Carmela, italiana, y yo nos miramos. Telepáticamente nos dijimos ¡vamos al lago! y eso hicimos. Al principio renegaban, era tarde, en Julio hacía mucho más frío bla, bla, bla. Fuimos.

Antes de entrar al recinto, pasámos por unas piedras, Bibi por poco se cae pero cogió a Marc del hombro y se mantuvo en pie. Sí, parecía típica película en la que se prevee, pero no, tropezó, no se rió, y decidió dejar su mano allí hasta que terminase el recorrido. Llegamos a la balla que separaba el agua de la tierra, ella bajó la manos por fin, y él sutilmente se la cogió. Era la primera vez que no noté a Bibi nerviosa por sentir a Marc cerca, sin embargo, la respiración de él se aceleraba progresivamente. En cualquier caso, ambos parecían estar agusto.

Los demás se tiraron al agua, ellos se quedaron detrás. Y sin ningún pensamiento previo, movidos por el instinto: la besó. Tres  percibieron los pasos de uno de los guardias que habitualmente andan controlando la zona, los otros decían que eran paranoias, que eran unos cagados. Ellos permanecieron allí. Más tarde les entró la inquietud y decidieron irse a un sitio más resguardado, lejos de allí, no les apetecía tener que sacar el DNI a nadie, y menos a un guardia alemán. A partir de aquí ella nos contó todo al día siguiente, antes de desayunar.

Decidímos irnos Marc y yo, nos daba miedo que viniese el guardia. Subimos una rampa, y nos sentamos en un banco. Comenzamos a hablar sobre nuestras carreras, él hacía ingienería informática. Me dijo que amaba la filosofía y a Nietzche, yo discrepaba. Música, Hip Hop, baile, lugares donde vivir, por qué estamos aquí, tratamos muchos temas, fue agradable hablar con él, me gustó su paciencia, su tranquilidad y no era porque se hubiese fumado un par de petas como el primer día. No hubo ningún otro beso. Sólo palabras y miradas. Fue bonito.

Una luz me dió en la cara, él dijo asustado: "la linterna del guardia". Nervios. Me cogió de la mano. El guardia grito ¡EH!, nosotros corrimos, me llevó por un camino de tierra, el móvil se estampó contra el suelo, retrocedí, ¡corre, cógelo y vuelve, corre!, recogí la batería, la carcasa, el soporte. Casi me caigo, volví, seguimos deprisa, me faltaba la respiración, cruzámos un puente, parecía que ya nadie venía por detrás. Nos colocámos entre un edificio y unos matorrales, él no dejaba de querer besarme, supongo que le excitaba la situación. Yo esquivaba, tenía pánico, el se reía, yo me enfadada, por un momento me pareció un auténtico cabrón, pero me gustó.

Dejamos que el tiempo pasara, entre el nerviosismo y mi agobio le pregunté bordemente que por qué me cogió la mano, por qué me besó, el me dijo que yo no la solté. Era verdad. ¿Y si la hubiese soltado te hubiese dado igual, verdad? Silencio. ¿Vas así siempre, intentándolo con cualquiera? Me fijé en tí, y erais cuatro chicas, me dijo. Ya bueno, y ¿tú que piensas de las chicas? No sé a cuento de qué venían aquellas preguntas, por un momento sentí la necesidad de sentirme alguien especial para él, a mí me había gustado, y sabeis que ya he pasado por relaciones no correspondidas, queria las cosas claras, no más cosas fingidas... Quería escucharle decir lo que pensaba y no gastar mis energías en rayadas inútiles e imaginarias. Así de fácil, me dices por donde vas y yo decidiré si te sigo. Sin más. Ahora no tengo nada claro, sé que le volveré a ver durante los próximos días, pero ese "me gusta hacer que las chicas se sientan agusto cuando están conmigo", la verdad, no me convenció para nada, la generalidad me mata, ya lo sabeis. No sé, se juntó todo, el miedo, y el poco tiempo que te impide pensar sosegadamente...

Se estaba haciendo tarde, a las diez comenzaba la ruta hacia el bosque. Le dijímos que fuese al grano. Y nos dijo que todo fue eso. que se levantaron, él le acompañó a la puerta del hotel sin pedirle el número de teléfono. A mi me parecía todo una ficción, pero bueno, si ella decía que le había gustado mucho, adelante, veríamos que pasaría el resto de días.

El viaje terminó, cada uno regresó a su casa. Yo estaba tan intrigada que la llamé. Y me siguió contando.

Al día siguiente en el bosque lo pasamos muy bien. ¿Recuerdas la araña que Paul metió en mi cajita de porcelana? Si. Aquí la tengo, es preciosa. Vale, sigue, no te desconcentres. Bueno, bueno, ya voy.

Al llegar la noche, nos fuimos a tomar una Helles Bier Carmela, Albert, su novia, Marieta y yo. Acortando un poco la historia, vimos a todos sus amigos menos a él. Comencé a ponerme nerviosa, no comprendía que me pudiese dejar así, el sabía que los demás días iban a ser más complicado de vernos, pero aún así no aparecía. Me cagué en él. Le dije a Marieta que preguntase por él, por aquello de que no se me notasen mucho las ganas... Y dijeron que no estaban seguros, que quizás en el piso de una amiga. Y yo, ah! no puede ser! joder!, lo pensaba por dentro, claro.

Y... ¿entonces le viste o no? Sí. Uff...

Apareció en el coche, él no conducía, hasta que su amigo aparcó, no dejó de penetrar su mirada en la mia. Me dejó sin palabras. Al bajar le saludamos y el gracioso de turno comenzó a bromear preguntándole que por que no me daba un besito. Me parecieron crios pequeños. Sonrrió y se metió dentro del bar. Tardaa mucho, de nuevo me dió rabia. Parecía pasar de mi. Pero luego me dijo que estaba un poquito mareado y necesitaba sentarse sin ruido alrededor.

¿Cuando te dijo eso? Cuando Carmela y yo nos fuimos a dar un paseo, estabamos hartas de que Marieta y Albert no dejaran de pelearse. Fuimos a la izquierda, y allí estaba él, junto a su padre, fumando un cigarro. Yo no me había dado cuenta, fu él quien me dijo: "¡hey! hasta luego". Yo no entendía nada, primero tan pasota y luego me quería ver. En fin, a veces pienso que los tios son los complicados.

Después del paseo con Carmela lo vi de pie, se acercó. Yo estaba fría, ¿no pretenderás que después de haber estado tan distante estuviese cariñosa no? Nos preguntó que a dónde habiamos ido, que qué tal el día y hasta qué hora nos íbamos a quedar. Él parecía cansado y con ganas de irse. Le invité a un cigarro, depués de fumarselo se iría, me dijo. Terminó quedandose. Nos quedamos sólos. Hablamos. Pasado un rato desveló que le dolía que me tuviera que ir. Parecía estar afectado cuando me dijo que ya me iría dentro de poco y que en realidad no nos volveríamos a ver... Pensé, entonces, que ese podría ser el motivo de su distanciamiento, ¿para qué seguir si no llegará a nada, como si esto fuese un juego?

Pero digo yo, ¿por qué no aprovechar el ahora? Ahora nos teníamos, luego no. La despedida fue como firmar un contrato en el que pusiese: hasta nunca que nos volvamos a ver. Triste. Sí. Pero lo cierto es que aún estoy esperando ese momento. Nunca he creído en que la esparanza se nos escape tan rápido de las manos. Cualquier cosa puede ser el motivo de un cambio. Un cambio de rumbo. Un despertar del que está dormido.

Lo cierto es que para mí sí fue alguien distinto, al volver a casa me tuvo pensando en él durante días, esperando a que contestase a aquel mensaje, del que sí obtuve respuesta, pero me supo a poco. Dijo que algún día nos volveríamos a ver, pero sonaba tan lejano... Ahora toca estar aquí, trabajando y forjandome el futuro. Siempre podré recordar Alemania, el lago, la magia. A Marc.

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